miércoles, mayo 25, 2011
BERLIN
Berlín me gusta mucho. Jamás he vivido en esta ciudad y a lo sumo he estado unas 5 veces, pero eso y lo que he leído, escuchado (de alemanes y extranjeros) sobre esta ciudad hace que tenga un efecto imán del que no me puedo resistir.
En Berlín se respira historia, se respira muerte, destrucción y al mismo tiempo resurgimiento, unión, solidaridad y sobretodo resplandor. Es el epicentro de la historia comtemporánea de la Europa moderna y la capital trágica del siglo XX.
La Alemania unida y el reino prusiano fueron el primer imperio, luego ya en el siglo XX la capital democrática de Weimar transformándose con Hitler en una urbe imperial de militares pasó a ser el símbolo y la víctima de la guerra fría hasta 1989 cuando por fin llegó su liberación con la caída del muro que no les dejaba ser partícipes del progreso europeo.
El nazismo que enfrentaron los alemanes durante 12 años los mantuvo hipnotizados a merced de un líder que no tenía más que desprecio y rencor contra el símbolo del cosmopolitismo y de la vida urbana moderna y democrática.
Berlín ha sido foco de luz cultural, científica e industrial en los años 20 tanto como de miseria y desempleo con la depresión económica que tuvo como consecuencia los enfrentamientos entre izquierdistas y nazis.
Lamentablemente para los alemanes de hoy en día, Berlín se asocia -y yo creo que toda Alemania- a la época nazi a pesar de la vergüenza que sienten por no haberse dado cuenta de que estaban siguiendo a un enfermo mental, un psicópata que hacía el mismo efecto en los alemanes que el del flautista de Hammeln sobre las ratas, a diferencia de este símil, no eran las ratas las que estaban destruyendo al país si no el mismo flautista.
Normal es, cuando aquí se produjo la alianza entre la Italia de Mussolini, el Japón Imperial y la Alemania Hitleriana, cuando aquí se tomaron las decisiones que originaron la más grande orgía de sangre y muerte ocasionada por la mayor confrontación bélica de la historia y en donde todo el mundo fue partícipe, cuando aquí se tomaron las disposiciones genocidas para exterminar a los judíos -entre otros colectivos-.
En muchos sitios fuera de Europa, se sigue pensando en "alemán" como sinónimo de Nazi, y por el contrario, lo que yo veo, viviendo aquí es extrema sensibilidad de esta nación. Una cosa es que los alemanes -como la mayoría de la población en europa del norte- sean de carácter frío, y otra es el sentimiento de igualdad al grado que la palabra "raza" no está en su vocabulario si no es para identificar perros u otros animales. para ellos, no hay razas humanas, todos somos iguales. Tuvieron que ver destruido su país para darse cuenta de esto.
Tengo la fortuna de encontrar a mi paso gente mayor, con la que no me es difícil hacer química. Lo que más me gusta de poder hablar este idioma es tener la posibilidad de escuchar la histiria de boca de quienes la vivieron. Hay una mujer de 104 años que vive frente a mi casa, y cada que la escucho se me pone la piel de gallina. Me dice que cuando llegó a Braunschweig, después de la guerra por supuesto, no había hombres -la mayoría había muerto en la guerra- y fueron las mujeres las que levantaron las piedras para tener techos donde dormir, fueron ellas las que plantaban y cultivaban papas para tener algo que comer, y lo que nunca se le va a olvidar, y que a sus 104 años sigue teniendo fresco, es el olor a muerto que se respiraba en todos lados. Esto, no se olvida, pero ellos entienden que no basta con no olvidarlo, sino que también se lo transmiten a sus hijos y fomentan que sus hijos lo transmitan a sus hijos y así. Es por eso que los alemanes siguen valorando la comida, el agua, las relaciones, porque tienen muy presente lo que pasaron las generaciones anteriores. Eso hace que me quite el sombrero.
A pesar de todo lo vivido, Alemania se dividió, hasta 1989, cuando -por accidente- cayó el muro. Y desde entonces no han dejado de crecer. Ahí van, despacio pero sin pausa. Se liberaron de una opresión que entendieron absurda. Ellos no quieren olvidar, todo lo contrario, recordarlo es lo que les hace mantener sus ideales, es recordar lo que sobretodo no quieren volver a vivir, y recordando, se dan cuenta, a cada paso que dan como nación, a donde no quieren volver a llegar. Al vivir con esto muy presente entiendo que el peor insulto que puedes decirle a un alemán sea "cerdo nazi".
Dicen que no se experimenta en cabeza ajena, pero es necesario pasar por esto para entender lo que queremos y lo que no? cuando lo vemos no solo en Alemania, lo vemos ahora con los países Árabes, etc. Cuando pienso en lo que admiro a los alemanes, no puedo evitar pensar en lo dormido que está México y parece que sólo viviendo algo así tan extremo va a despertar.
Ojalá solo hiciera falta visitar Berlín para por lo menos pensarlo.
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