Ciruelas

¿Que si me gustan las ciruelas?

Pues digamos que su sabor no me parece extraordinario, pero en el jardín de casa de mi abuela había un árbol tan grande… bueno, así lo veía yo cuando tenía 10 años. Era el favorito de mi abuela, de su jardín y cuidado si lo tocabas. Para cortar las ciruelas había que robarlas… no podías simplemente escalarlo y ya. No. Era toda una aventura.

Éramos como 8 primos, uno debía distraer a la abuela tratando de convencerla del por qué debíamos comerlas antes de que cayeran por sí mismas, mientras los demás en una carrera desesperada trepábamos el árbol y cortábamos la mayor cantidad posible del fruto prohibido, bueno, lo que nos cabía en la playera doblaba en un intento de contenedor.

Había tres posibilidades de ser atrapados con las manos en la masa: las risas tan sonoras, que alguno cayera del árbol y llorara o… mi hermanita. Con su evidente berrinche al no poder escalar el gigantesco árbol pues no contenía su envidia y corría gritando: ¡¡¡abue, abue, todos están arriba de tu árbol!

Entonces comenzaba el corredero de escuincles que algunos lograban escapar pero otros se quedaban arriba sin saber cómo bajar.

Y cuando la operación tenía éxito y todos lográbamos robar las ciruelas, las comíamos todas tan rápido, con el único propósito de no ser descubiertos, que nuestra indigestión nos delataba.

Sí, sí me gustan las ciruelas.